Me llamo Elena, y este homenaje es para mi madre Carmen.
Mi madre fue la pequeña de muchos hermanos.
Cuando nació, la casa ya estaba llena.
Había normas, rutinas, necesidades…
y poco espacio para hacerse notar.
Creció aprendiendo a ayudar antes que a pedir.
A ceder antes que a ocupar.
A cuidar sin molestar.
Mientras otros decidían,
ella se adaptaba.
Mientras otros hablaban,
ella escuchaba.
No se quejaba.
No reclamaba atención.
Simplemente estaba donde hacía falta.
Con los años, esa forma de ser se quedó con ella.
Discreta.
Siempre pendiente de los demás.
Pocas veces en primer plano.
Ahora, mirándola con distancia,
entiendo todo lo que sostuvo
sin que casi nadie lo viera.
Este homenaje es para mi madre Carmen,
para que su historia —por una vez—
no pase desapercibida.
Porque incluso quienes aprendieron a hacerse invisibles
merecen ser vistos.
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