Hay historias familiares que no necesitan ruido para ser inmensas.
Mi tío fue el hermano mayor que cargó con responsabilidades que no le tocaban por edad, pero sí por corazón.
Renunció a oportunidades para que los pequeños pudieran tenerlas.
Trabajó demasiado pronto, demasiado duro, demasiado en silencio.
Sostuvo a la familia desde un lugar discreto, sin pedir reconocimiento, sin esperar aplausos.
Fue quien calmaba, quien daba ejemplo, quien llegaba siempre que hacía falta.
Un padre improvisado que nunca llevó ese nombre, pero sí todo su peso.
Hoy, cuando miramos atrás, sabemos la verdad:
muchas de las cosas buenas que somos empezaron con él.
Este homenaje es para quien dio más de lo que tenía,
y aun así, lo dio con amor.
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