La libreta que mi bisabuelo dejó sin querer

Mi bisabuelo no era poeta ni escritor, pero siempre llevaba una libreta en el bolsillo.
Decía que era “para apuntar recados”.

Estuvo toda su vida trabajando en un almacén, cargando sacos y haciendo números en un cuaderno arrugado.
Nunca tuvo grandes cosas, pero era de esos hombres que iban rectos por la vida.

Cuando falleció, sus hijos vaciaron la cómoda donde guardaba sus cosas.
Entre papeles viejos apareció la famosa libreta, la que nadie sabía para qué servía.

Pensaron que tendría listas de compras, cuentas pendientes o teléfonos.
Y sí, las primeras páginas eran así.

Pero más atrás, había frases sueltas, cortitas, como si las hubiera escrito sin intención de que nadie las viera.

Una decía: “Hoy mi hija me ha llamado papá por primera vez.” 

Otra: “No sé si hago las cosas bien, pero lo intento.”

Otra más: “Mi mujer se ha reído hoy. Hacía semanas que no la oía.”

La última página tenía solo una frase: “Ojalá mis nietos sean felices sin preocuparse tanto.”

Nadie sabía que él escribía eso.
Nadie sabía que guardaba esos momentos.
Era un hombre serio, de pocas palabras… pero la libreta decía todo lo que nunca dijo en voz alta.

Hoy, esa libreta la guarda la bisnieta —la que está contando esta historia— y dice que es lo más valioso que ha heredado.

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