Mis bisabuelos, Carmen y Mateo

Mis bisabuelos se llamaban Carmen y Mateo.

Vivieron en una casa con patio, gallinas y un limonero que todavía da fruto.

Carmen era callada, pero tenía carácter.

Le gustaba tener todo limpio y ordenado, y cuando fregaba el suelo nadie podía pasar hasta que secara.

Tenía una paciencia infinita, menos cuando alguien movía los manteles.

Mateo, en cambio, hablaba por los codos.

Le encantaba contar las mismas historias del campo una y otra vez, y nadie se atrevía a interrumpirlo porque se las sabía de memoria.

Decían que nunca discutían, pero los nietos sabían que, si él desaparecía un rato al corral, era porque había dicho algo que no debía.

Vivieron casi toda su vida en el mismo sitio.

No tenían coche ni reloj, pero sabían exactamente a qué hora pasaba el panadero.

Murieron con pocos años de diferencia, y sus sillas siguen una frente a la otra, junto a la ventana donde pasaban las tardes.

Mi madre dice que de ellos heredamos la manía de madrugar, y esa costumbre de poner un plato más por si llega alguien.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios