Élise Moreau, la mujer del huerto

Élise Moreau nació en 1912 en un pequeño pueblo del sur de Francia, cerca de Toulouse.
Su padre era panadero y su madre cultivaba un huerto detrás de casa.
Élise creció entre olor a pan y a tierra húmeda, aprendiendo que las cosas buenas llevan tiempo.

Cuando tenía veinte años, la guerra cambió su vida.
Su hermano fue llamado al frente y su padre falleció poco después.
Ella se quedó a cargo del horno y del huerto, trabajando sin descanso mientras todo a su alrededor se desmoronaba.

Conoció a Jean, un joven mecánico que ayudaba a reparar los camiones del ejército.
Se casaron en 1943, en plena ocupación.
No hubo vestido ni celebración, solo una promesa: “Si sobrevivimos, plantaremos un árbol por cada año juntos.”

Y lo cumplieron.
Cuando terminó la guerra, plantaron el primero: un manzano.
Luego un almendro, un ciruelo, un peral.
Durante más de cincuenta años, llenaron su jardín de vida, como si cada árbol fuera un testigo de los años superados.

Cuando Jean murió, Élise siguió cuidando el huerto.
Decía que hablaba con los árboles, que cada uno le devolvía un recuerdo distinto.
Uno le olía a juventud, otro a esperanza, otro a paciencia.

Vivió hasta los noventa y dos años.
Cuando falleció, su nieta Claire escribió:

“El jardín de mi abuela es el lugar más vivo que conozco. Cada árbol tiene su historia. Y todas empiezan con ella.”

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