Mi abuelo Ramón nunca tuvo reloj.
Decía que el tiempo se medía por el sol… y por el momento en que el café sabía bien.
Vivía sin apuros, sin quejas.
Si llovía, decía: “el campo lo agradece”.
Si hacía calor, respondía con calma: “ya refrescará mañana”.
Tenía una silla junto a la ventana desde la que veía pasar la vida.
A veces hablaba solo, otras silbaba bajito, como si acompañara sus pensamientos con música invisible.
Cuando alguien se preocupaba demasiado, solía repetir:
“No todo hay que entenderlo, a veces solo hay que dejar que pase.”
No dejó herencias ni retratos.
Solo una manera de estar tranquilo, como si supiera algo que nosotros hemos olvidado, nos cuenta su nieta.
Añadir comentario
Comentarios