El carpintero que cruzó el océano

Con 28 años, dejó su tierra natal para embarcar rumbo a Buenos Aires.

Era carpintero de profesión y partía con la esperanza de ofrecer un futuro mejor a su familia, dejando atrás a su esposa y a tres hijos, además de una hija que estaba por nacer y a la que nunca llegó a conocer.

Durante unos quince años vivió y trabajó en Argentina, pero enfermó antes de poder regresar.

Nunca volvió a su hogar. Su bisnieta —quien hoy cuenta su historia— aún busca dónde fue enterrado, aunque, pese a todos los intentos, no ha conseguido averiguarlo.

Su bisabuela Josefa, con el dinero que él enviaba desde América, logró comprar una casa y dar estabilidad a sus hijos.

Gracias a su esfuerzo y sacrificio, la familia pudo salir adelante, aunque él viviera sus últimos años en soledad, lejos de los suyos.

“Yo lo honro, y ojalá pudiera haberlo conocido —dice su bisnieta—. Me habría gustado escuchar de su voz las batallas que tuvo que librar allá.”

Cada persona debería sentirse orgullosa de sus antepasados, con sus luces y sus sombras, porque nadie es perfecto, pero gracias a ellos hoy nosotros estamos aquí.

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