El regreso a Porto Salvo

En abril viajó hasta Porto Salvo, una pequeña localidad de Calabria, en el sur de Italia.
Un pueblo tranquilo, con calles estrechas, casas encaladas y tejados rojizos, donde aún se respira el aire del Mediterráneo.
Allí quiso reencontrarse con sus raíces, con el lugar del que un día partieron sus padres rumbo a Argentina, en busca de un futuro mejor.

Visitó el cementerio donde descansan, las pequeñas casas donde nacieron sus padres —que aún se conservan, casi intactas— y los campos donde su padre había trabajado como agricultor.
También caminó hasta la playa donde ellos solían jugar de niños, con el rumor del mar como testigo de sus recuerdos.

Dice que fue un viaje muy emotivo, una experiencia difícil de explicar con palabras.
Al tocar las paredes de aquellas casas, sintió algo que no esperaba: como si el tiempo se hubiera detenido y pudiera sentir la presencia de quienes vivieron allí.
Cada rincón le hablaba de su familia, de su historia, de una vida que conocía solo por los relatos escuchados en casa.

Regresó con la sensación de haberse encontrado a sí misma, de haber cerrado un círculo que llevaba generaciones esperando.
Y desde entonces, solo piensa en volver, porque, como ella dice, “en Porto Salvo me encontré con mi propia historia”.

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