
Hubo un tiempo en que el lenguaje tenía otro ritmo.
Las palabras acompañaban la vida cotidiana: se usaban para nombrar los oficios, los objetos, los gestos del día a día. Eran parte de la identidad, de una forma de vivir más cercana y sencilla.
Hoy, muchas de ellas apenas sobreviven en la memoria de nuestros abuelos o en documentos antiguos.
En este artículo recordamos algunas de esas palabras que el tiempo ha ido borrando, pero que siguen siendo parte de nuestra historia.
Morral
Un morral era un bolso de tela o cuero donde se llevaban las provisiones o herramientas.
Compañero inseparable de campesinos, jornaleros y estudiantes, el morral simbolizaba el trabajo y la vida sencilla del campo. Hoy lo llamaríamos mochila, pero el morral tenía algo más: un aire artesanal y una historia colgada al hombro.
Trébede
El trébede era un soporte de hierro con tres patas que se colocaba sobre el fuego para sostener ollas o pucheros.
Antes de que existieran las cocinas de gas o eléctricas, los trébedes eran el centro de las cocinas de leña, donde se cocinaba despacio, al calor del hogar. Su sonido metálico y el crepitar del fuego formaban parte del día a día.
Alcancía
La alcancía era una pequeña hucha de barro o metal donde se guardaban las monedas.
No se abría fácilmente: para acceder al dinero había que romperla, así que representaba el valor del ahorro y la paciencia. Muchas familias la usaban para guardar lo justo para las fiestas o para comprar algo especial.
Zaguán
El zaguán era el espacio entre la puerta y el interior de la casa.
Era un lugar de paso, pero también de encuentro. Allí se saludaba, se esperaba, se despedía.
El zaguán era el umbral del hogar, ese punto donde lo público y lo privado se daban la mano.
Trasijado
Una persona trasijada era alguien con la ropa gastada o remendada, pero limpia y digna.
Era una palabra que hablaba de modestia, de esfuerzo y de respeto por uno mismo. Decir que alguien estaba trasijado no era insulto, sino reconocimiento de la vida trabajada y honesta.
Amasijo
El amasijo era la mezcla de harina y agua antes de convertirse en pan.
Era el corazón de las cocinas familiares: manos amasando sobre la mesa de madera, harina en el aire, el calor del horno.
Amasar era también reunir, conversar, transmitir saberes. El pan unía tanto como alimentaba.
Palabras que guardan memoria
Estas palabras no son solo sonidos antiguos.
Cada una conserva la historia de un oficio, un objeto o una costumbre.
Cuando desaparecen del lenguaje, se borra también una parte de la memoria colectiva.
Rescatar las palabras del pasado es mantener viva la voz de quienes nos precedieron.
El lenguaje también es herencia.
🕯️ ¿Por qué es importante conservarlas?
Porque en ellas se esconden los gestos, los valores y los modos de vida de generaciones enteras.
Hablar de morral, amasijo o zaguán no es solo recordar el pasado: es reconocer nuestras raíces y dar valor a una forma de vivir que aún late en la memoria de quienes la contaron.
Palabras antiguas, vidas presentes.
El tiempo las apaga, pero mientras las pronunciemos, seguirán existiendo.
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