
¿Alguna vez te has parado a pensar qué encontrarán nuestros descendientes dentro de cien años cuando intenten reconstruir nuestras vidas?
Nosotros hojeamos papeles antiguos, partidas de nacimiento, cartas y fotografías en blanco y negro. Pero ellos no necesitarán buscar en cajas polvorientas: bastará con abrir una nube, una carpeta, o quizá… una red social.
Verán nuestras fotos de viajes, los vídeos de nuestras mascotas, los platos que subíamos a Instagram y las conversaciones que un día creímos efímeras.
Y sí, puede que también encuentren memes, reels y stories de 15 segundos.
Puede parecer banal, pero en realidad, todo eso es historia cotidiana: la forma en que vivimos, lo que nos hizo reír, cómo vestíamos o qué lugares visitábamos. Lo que hoy compartimos sin darle importancia será, para ellos, una ventana directa al pasado.
Mientras nosotros buscamos en archivos parroquiales y registros civiles, nuestros tataranietos navegarán entre perfiles y publicaciones antiguas para descubrir quiénes fuimos.
Quizá se sorprendan al vernos tan cerca, tan humanos, tan parecidos a ellos.
Y entonces entenderán que, en el fondo, también nosotros intentábamos dejar huella.
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