En los antiguos libros parroquiales, además de nombres y fechas, se esconden pequeños detalles que revelan mucho más de lo que parece. Cruces, tachones, notas al margen o símbolos especiales formaban parte del lenguaje cotidiano de los párrocos y escribanos, y con el paso del tiempo se han convertido en valiosas pistas para los genealogistas.
Una simple cruz junto a un nombre podía indicar el fallecimiento de la persona o una epidemia. Los tachones o correcciones, por su parte, a veces no eran simples errores, sino rectificaciones posteriores o incluso conflictos familiares reflejados en el papel.
En los márgenes también se escribían anotaciones sobre matrimonios o defunciones, e incluso comentarios que aclaraban parentescos. Y en algunos pueblos, los sacerdotes utilizaban su propio sistema de símbolos o firmas personales para autenticar los registros, aportando un sello único a cada libro.
Estas pequeñas marcas, casi invisibles, son testigos del paso del tiempo. Detrás de cada una puede esconderse una historia familiar que los árboles genealógicos digitales no siempre logran mostrar. Observarlas con atención es una forma de conectar con quienes, siglos atrás, dejaron su huella en esas páginas.
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